martes, 15 de marzo de 2011

Radiación en oriente ruso


Tras la alerta de radiación en la central nuclear siniestrada en Japón, los rusos de Oriente Lejano comenzaron a comprar medidores de radiación y medidas de protección. Sin embargo, las autoridades del país aseguran que "la situación radiactiva no ha superado el nivel aceptable".

“Desde el 11 de marzo no se ha registrado un aumento de los niveles de radiación en territorio ruso”, afirmó Alexánder Frolov, jefe del Servicio Federal de Hidrometeorología y Supervisión Medioambiental de Rusia.
Además del monitoreo de los niveles de radiación, los servicios de advertencia de terremotos y de tsunamis siguen monitoreando la situación sísmica de la región. Los datos son tan sólo índices en una pantalla, pero cada una de esas líneas podría significar la muerte para algunos, o una gran amenaza para otros.
“Aquí podemos ver que ahora mismo en Japón está ocurriendo un nuevo terremoto. Son datos que vienen desde una estación sismológica nipona. Este seísmo es muy fuerte. Según datos preliminares, su magnitud es de 6,5”, explicó Yuri Levin, director de la estación geofísica de la isla de Sajalín.

Yuri trabaja en un centro donde se predice la aparición de tsunamis. Al determinar la magnitud y el epicentro del terremoto, su tarea consiste en advertir a las regiones que están amenazadas.
Cuando el pasado 11 de marzo Japón fue sacudido por el terremoto más fuerte de su historia, el servicio de Oriente Lejano ruso demostró su alta eficiencia. Gracias a una advertencia oportuna, los habitantes de las Islas Kuriles, la región rusa más cercana al país nipón, pudieron abandonar el territorio a tiempo. Unas 11.000 personas fueron evacuadas de sus casas antes de la llegada de las olas.

En 1995, un fuerte terremoto devastó algunos pueblos de la región de Sajalín. Su magnitud fue comparable a la del actual cataclismo en Japón. Los testigos de aquella catástrofe aseguran que fue un verdadero infierno.
“Comparando con lo que vivimos en 1995, el terremoto nipón no fue tan fuerte. Además, ellos están bien preparados para los seísmos. Los edificios son muy resistentes, caen enteros y no se destrozan. En cambio, nuestras casas se convirtieron en polvo", dijo Serguéi Krivtsov, uno de los sobrevivientes de aquella catástrofe.

El número de víctimas fatales tras aquel seísmo superó las 2.000 personas. En esta lista de muertos hay muchos de sus amigos y colegas. De esos pueblos tan sólo quedaron miles de escombros.
Los vecinos del llamado Anillo de Fuego, tanto rusos como japoneses, conocen bien las reglas básicas  de conducta ante un terremoto o tsunami. También saben que hay situaciones en las que cada minuto puede ayudar a salvar vidas. Esta es la razón de que los servicios de seguridad de ambos países estén tan pendientes de la actividad sísmica en la zona: la desgracia no distingue nacionalidades.

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