viernes, 26 de noviembre de 2010

Natalia Meklin: La bruja de la noche.


Natalia Fiódorovna Kravtsova (de soltera Meklin), nació el 8 de septiembre de 1922 y falleció el 5 de junio de 2005. Fue piloto del regimiento de bombardeo nocturno de la guardia 46.

Para diciembre de 1944, la teniente Natalia Meklin realizó 840 misiones de bombardeo de objetivos de gran importancia en la retaguardia del enemigo, aglomeraciones de sus fuerzas vivas y equipo bélico, causando grandes pérdidas al enemigo. Los alemanes apodaron a las mujeres piloto de este regimiento "las Brujas de la Noche".

En 1945 fue distinguida con el título del Héroe de la URSS. También fue condecorada con dos Órdenes de la Guerra Patria, la Orden de la Estrella Roja, de la Bandera Roja y muchas medallas.

Luego de la guerra, Natalia terminó un curso del Instituto Militar de Idiomas Extranjeros (1948–1953). Trabajó de intérprete en el departamento de información de la Dirección del Estado Mayor del Ejército Soviético. Luego pasó a la Editorial de Literatura Técnico-militar en Idiomas Extranjeros como traductora y redactora. Se retiró con el grado de mayor.

“La misión es bombardear Baguerovo, estación ferroviaria al oeste de Kerch (link Ucrania, Crimea). Aquí llegan los convoyes alemanes llevando armas, misiles, soldados.

[…] Por un tiempo el avión voló encima de las nubes. “Es tiempo de bajar de altura”, dijo mi navegadora Nina Reutskaia. Salimos de las nubes a la altura de 500 metros. Abajo, como en la palma de la mano, se encontraba la estación y nuestro Po-2 también se podía divisar perfectamente desde la tierra. Me daba cuenta de que sería una misión “caliente”: la estación contaba con reflectores y cañones antiaéreos. Ahora están ocultos y callados, nos acechan… Esto me pone nerviosa. Ya es tiempo. Un segundo más… no, dos segundos… ¿Qué esperan?

En momentos así siento en mi estómago una sensación de frío, como si hubiese tragado una rana. La rana es el miedo. Un miedo ordinario y asqueroso que hay que vencer: de todas formas pasaré todas las pruebas.
Se encendieron cuatro reflectores. El primer cañón antiaéreo escupió un misil. Luego el segundo. Las ráfagas luminosas se acercaron al avión. Yo mantengo el rumbo, Nina está bombardeando el convoy. Los misiles estallan alrededor del avión con estrépito y chasquidos secos. Huele a pólvora y cenizas. Girando el avión ya sea hacia un lado, ya sea hacia abajo, intento adivinar dónde estallará el siguiente proyectil…

Nos retiramos al norte, hacia el mar. Los reflectores no nos dejaron hasta que no nos situamos a ras del agua. Los rayos de luz se posaron sobre la tierra y, finalmente, se apagaron. Nina dijo: “Natasha, mira las alas”. Yo vi dos agujeros grandes en el ala inferior, el superior también fue agujereado, el larguero estaba roto, los trozos de lona colgaban como una bandera. Pero el avión volaba y todos los miedos quedaron atrás. De repente mis piernas temblaron fuerte, golpeándose contra el suelo de la cabina. Con las manos las apreté con todas mis fuerzas pero fue inútil. Poco a poco pasó. Ahora estábamos volando en un cielo despejado, sin nubes. Las estrellas desprendían una luz pacífica. Delante de nosotras en la tierra ya se divisaban tres tenues lucecitas. Allí nos esperaban. Allí estaba nuestra casa”.

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