El histórico Centro Español de Moscú, que durante decenios ha aglutinado a los "niños de la guerra" y a sus descendientes, está a punto de cerrar sus puertas debido a la falta de fondos, denuncia su presidente, Francisco Mansilla.
"España nos ha denegado la subvención. Sólo nos quedan fondos para subsistir este año. Si en enero no pagamos, no sólo nos echarán, sino que nos desahuciarán", aseguró el madrileño Mansilla, que llegó a la Unión Soviética con diez años.
Han pedido ayuda al Príncipe de Asturias, al Defensor del Pueblo y a empresarios
El Centro Español se encuentra en un espacioso local frente a la céntrica estación de metro moscovita Kuznetski Most que en 1965 fue cedido por las autoridades soviéticas al Partido Comunista Español (PCE).
"Los viernes nos reunimos los varones, nos hacemos nuestra comida, nos tomamos un trago, brindamos por lo que sea, jugamos a las cartas y pasamos un rato bueno. Los martes se reúnen las mujeres", apuntó.
Miles de personas de todas las edades subieron desde la década de 1960 la empinada escalinata de la tercera planta del edificio del centro para reunirse con la comunidad española, aprender su idioma y su cultura y combatir la nostalgia por la patria perdida.
'Niños de la guerra', en la visita del ministro de Trabajo, Jesús Caldera, en 2005. | C. Tejeda
El local incluye un salón de actos, donde se imparten clases de español, baile y coros, un bar que recuerda a las tradicionales tascas españolas con numerosos objetos con genuino sabor español y varias mesas para jugar a las cartas y al dominó.
Parada obligatoria para todos los presidentes españoles, desde Felipe González, el Centro Español tiene centenares de socios, pero son muy pocos los que pagan la cuota anual, que asciende a 2.000 rublos (50 euros).
"No es mucho, pero en Rusia todo es caro. La vivienda es muy cara y la ropa también. Muchos 'niños de la guerra' reciben la prestación española, pero la dedican a ayudar a sus familiares", señala. Mansilla, de 85 años, ha convocado una asamblea extraordinaria de socios para el 3 de diciembre para abordar la crítica situación financiera de la institución, que dejó de recibir el 1 de enero pasado la subvención del Imserso (Instituto de Mayores y Servicios Sociales).
A partir de los años 60 se convirtió en un enclave esencial para la comunidad española
"Plantearé la necesidad de aumentar las cuotas hasta los 5.000 rublos (125 euros). Somos capaces de recaudar hasta 10.000 euros entre cuotas, ayudas y algunos ahorros, pero necesitamos otros 30.000 para afrontar los gastos", explica. El alquiler del piso asciende a casi 12.000 euros anuales, a lo que se suman los altísimos gastos de comunidad y la retribución del personal.
"El Imserso nos dice que no cumplimos con los criterios, pero tampoco nos explican en qué consisten. Debían venir al centro en las fiestas, cuando se reúnen más de cien personas. El centro está vivo", responde.
Mansilla considera que es "mentira" el argumento del Imserso, que en 2010 concedió al centro una subvención de 4.900 euros, que no contribuyan a la divulgación de la lengua y la cultura españolas.
"Tenemos tres ciclos de lengua española, dos de flamenco y un coro. Además, no se puede comparar el coste de la vida y las condiciones que existen en Rusia con las de Argentina o México", replica. Este "niño de la guerra", que nació en 1926 en el Rastro de Madrid, asegura que se han dirigido al Príncipe de Asturias, al Defensor del Pueblo y a empresarios en busca de ayuda, pero por ahora sin demasiada suerte.
"Parece que a nadie le importa, pero a nosotros sí nos importa. Nosotros vivimos gracias al centro. Es el que se interesa por nuestras vidas. Todos los privilegios que hemos recibido, desde la ciudadanía a las prestaciones, las obtuvimos gracias al centro", señaló. Mansilla, uno de los 3.000 "niños de la guerra" civil española acogidos en su día por la URSS, explica que para empezar habría que contratar a personas que se dediquen a gestionar el centro, ya que él y varios de sus ayudantes son mayores de edad que no cobran nada por su trabajo.
"Cada vez quedamos menos 'niños de la guerra', pero estamos todos muy unidos al centro. En Moscú quedan unos 70. El que menos tiene llega ya a los 79 años y el que más supera los 90. Nos cuesta andar y nos falla la memoria", comenta.
"Le aconsejé al Gobierno español que comprara el local, ya que hemos invertido mucho dinero en el centro, pero no me hicieron caso. Si nos echan, se perderá todo. Si el centro desaparece, desaparecerán también los 'niños de la guerra'", comentó.
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