Este jueves se ha celebrado el bicentenario de Nikolái Pirogov, eminente doctor, pedagogo y fundador de la cirugía militar que sentó las bases de la medicina moderna.
La velada de recuerdo del gran cirujano se ha celebrado en la Catedral de Cristo Redentor en Moscú. También se entregó por primera vez el Premio Internacional Pirogov, que reconoce eminentes logros, un aporte sin precedentes al desarrollo de la medicina mundial y la fidelidad a la profesión. El primer galardonado con este premio es el científico ruso Yuri Lopujín, académico y director honorífico del Instituto de Medicina Físico-Química.
"Este año celebramos el 200º aniversario del nacimiento de Nikolái Pirogov, nuestro emérito ciudadano, ardiente patriota, hombre ilustre y de varios talentos, un verdadero educacionista y entusiasta, y desde luego médico legendario cuyo aporte al desarrollo de las ramas prioritarias de la medicina y la organización de la sanidad pública nacional merece la apreciación más alta", afirmó el jefe de Gobierno ruso, Vladímir Putin, en su mensaje.
Nikolái Pirogov nació el 25 de noviembre de 1810 en Moscú. Sus padres tuvieron catorce hijos pero sobrevivieron solamente seis, Nikolái era el menor. A los 14 años de edad entró en la Facultad de Medicina de la Universidad de Moscú. Al finalizar el curso, decidió continuar estudios en la Univerdidad de Tartu (actualmente Estonia), donde realizó la tesis doctoral, y al regresar a San Petersburgo se dedicó a la teoría y la práctica de la cirugía.
En 1847 Pirogov practicó sus métodos en plena guerra en el Cáucaso. Allí por primera vez en la historia el doctor aplicó la narcosis etérea, lo que permitió liberar a los heridos del dolor y reducir la mortalidad.
Pirogov fue autor del método osteoplástico que actualmente lleva su nombre. Asimismo introdujo en la práctica de la investigación una nueva disciplina, la anatomía topográfica o 'anatomía de hielo'. Los estudios de los cuerpos helados le sirvieron para componer un manual ilustrado para los cirujanos. Este atlas anatómico se convirtió en la base del sucesivo desarrollo de la cirugía.
Durante la campaña de Crimea (1855-1856) Pirogov se convirtió en el cirujano principal del Sevastópol asaltado. Fue allí cuando, tratando a los heridos, aplicó por primera vez uno de sus inventos famosos: los moldes de yeso. También organizó el cuidado de los heridos por parte de las hermanas de la caridad. Durante la defensa heroica de Sevastópol, de las 5.400 amputaciones que se hicieron el cirujano realizo 5.000.
Después de la guerra, regresó a San Petersburgo. Pero en esta ciudad, entonces la capital de Rusia, debido a un conflicto con el emperador el famoso doctor cayó en desgracia. Pasados unos años, le despidieron de su puesto y le relegaron al sur del país en calidad de curador de instituciones de enseñanza.
En su hacienda en las proximidades de la ciudad de Vínnitsa (actualmente en Ucrania), organizó un hospital con servicios gratuitos, y nunca lo dejó salvo en dos períodos cortos: cuando participó en la guerra franco-prusiana (1870-1871), a la que fue invitado por la Cruz Roja Internacional, y en la campaña ruso-turca (1877-1878). La gente llegaba desde todas partes de Rusia y lo bautizaron como 'doctor maravilla'. Los soldados creían que Pirogov podía 'pegar' una cabeza separada del cuerpo y resucitar a una persona.
Poco antes de su fallecimiento el científico hizo un descubrimiento más al ofrecer un nuevo método de embalsamiento. Nikolái Pirogov murió de cáncer de la mandíbula superior a la edad de 70 años el 5 de diciembre de 1881. Su cuerpo enbalsamado yace en su sepulcro familiar, en la casa museo de Pirogov en la ciudad ucraniana de Vínnitsa. Actualmente Pirogov da nombre a varios hospitales, calles y escuelas en varias ciudades rusas.
"Ser, y no parecer, este es el lema que cada ciudadano que ama a su Patria debe guardar en su corazón. Servir a la verdad. Ser un verdadero ser humano", decía Pirogov. Según sus principios médicos, el doctor debía tratar a su paciente con un ánimo adelantador y no ocultar sus errores profesionales como ejemplo para sus colegas menos experimentados. "Hay que educar a una persona de manera que sepa ser feliz si son felices otros", tenía como credo Pirogov.
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