Cuatro fueron las expediciones en que partieron los niños españoles hacia la Unión Soviética. Las dos más numerosas salieron de Bilbao, en Junio de 1937, y de Gijón en Septiembre del mismo año, cuando las tropas franquistas iban alcanzando sus objetivos en el norte de España. Los bombardeos, la muerte de familiares y el hambre urgieron la evacuación. El punto de destino fue Leningrado y el viaje se efectuó en barcos mercantes en donde los niños viajaban hacinados en las bodegas.
Las Casas de Niños
Las autoridades rusas distribuyeron a los niños en diversos centros de acogida, las Casas de Niños, en donde disfrutaron des condiciones de vida inimaginables en la España que habían abandonado: la comida era abundante, todos fueron escolarizados, tenían servicio de asistencia médica, practicaban gimnasia y deportes, podían aprender música, ballet, interpretación o pintura. Maestros y cuidadores eran, en su mayoría, los mismos que les habían acompañado desde España.
En verano tenían vacaciones; visitaban museos, se bañaban en ríos y lagos, hacían excursiones y acampadas, en convivencia con niños rusos.
Disfrutaban de sesiones de cine todos los sábados, lo que entusiasmaba a los niños; el castigo más duro para ellos era verse privados del cine.
La correspondencia, que niños y adultos mantenían con los familiares en España, les permitía ir siguiendo los acontecimientos de la guerra. También oían las noticias en la radio.
Así transcurría la vida cotidiana, con relativa normalidad, deseando todos que llegase el día de volver a España. Pero lo que un día llegó fue la noticia de la definitiva derrota de la República. A la preocupación por los seres queridos se sumaba la incerteza de poder regresar a España.
Alemania invade la URSS
1941. Los niños españoles llevan cuatro años en la Unión Soviética. Aunque lejos de su familia y de su tierra, sus vidas se deslizan apaciblemente.
Con Europa en guerra desde 1939, el tan deseado regreso a España se hace difícil. Un nuevo golpe de la Historia lo hace imposible: en Junio de 1941, el ejército alemán invade la URSS. Los niños españoles tienen que enfrentarse de nuevo a la odisea de la guerra, una odisea distinta a la vivida en España, peor en muchos aspectos.
En sólo tres meses de campaña el ejército alemán amenazaba seriamente con llegar a Moscú y a Leningrado, donde residía la mayoría de los niños españoles. Ante este peligro, las autoridades dispusieron la evacuación hacía territorios alejados del frente.
El encarnizamiento de la guerra y el avance alemán acabarían llevando a la mayoría de nuestros niños hasta las provincias soviéticas vecinas a los montes Urales y al Asia central.
A las duras penalidades de un país en guerra se sumaron las del crudo invierno ruso. El traslado hacia los Urales se prolongó durante semanas, pues continuamente el tren de los niños españoles debía dejar paso libre a los convoyes militares, quedando en vía muerta durante días. En otras ocasiones, se vieron obligados a detenerse para evitar penetrar en zonas que estaban siendo atacadas por la aviación o la artillería enemigas. En los momentos más duros del invierno, cuando la nieve lo cubría todo, la temperatura era de 30 o 40 grados bajo cero y el agua, los alimentos y los medicamentos comenzaron a escasear, se produjeron las primeras bajas entre los niños.
Mientras los convoyes militares se dirigían al frente, hacia Stalingrado, cargados de armamento y soldados, y regresaban rebosantes de heridos y muertos, los niños mayores, buscando susten-to, se aventuraban por las grandes estaciones donde su tren estaba paralizado. Sobre sus cabezas, los aviones rusos surcaban el cielo, yendo y viniendo de las batallas.
Terminó el invierno y, con él, el penoso viaje. Llegados a las estribaciones de los Urales, los ni-ños pasaron el resto de la guerra instalados en humildes casas de campesinos, a salvo del peligro; llevaban un tipo de vida duro y los mayores debieron trabajar en los campos para asegurar la provisión de alimentos. Aún así les fue posible reemprender sus estudios.
Con la derrota del ejército alemán en Stalingrado y su total expulsión del territorio soviético, los niños españoles pudieron regresar a Moscú, Leningrado y otras ciudades, en donde se reincorporaron a una vida normal, fuese en el mundo del trabajo o continuando sus estudios.
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