domingo, 29 de enero de 2012

Bloqueo de Leningrado: 900 días


jueves, 26 de enero de 2012

Él se llama Ángel Gutierrez

En octubre de 1937 un carguero rescató a Ángel Gutiérrez de las garras de la Guerra Civil española. Ese día en el puerto de Gijón ya hacía fresco, pero aquel niño que había nacido en el pueblo asturiano de Pintueles no podía ni imaginar que su destino sería Leningrado, una ciudad mucho más fría, que después sería bombardeada. Tampoco que la Unión Soviética se convertiría en su país durante 37 años, que acabaría siendo uno de los grandes maestros de teatro en Moscú y que en 1974 regresaría a España para fundar el Teatro de Cámara Chéjov en 1980, una de las escuelas en la que más actores se han formado en los últimos 30 años, Carmelo Gómez e Imanol Arias, entre ellos.

Ángel Gutiérrez, catedrático emérito de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), recibió el pasado jueves un homenaje de su tierra, Asturias, por toda su trayectoria. Después habló con este periódico en su hogar teatral, ese Teatro de Cámara incansable que ahora tiene en cartel Noches blancas, de su adorado Dostoievski.

"Los autores rusos, como decía Machado, son los únicos que buscan lo espiritual de la vida y lo infinito del hombre", cuenta, mientras le chisporrotean sus pequeños ojos verdes. Gutiérrez se emociona con Chéjov, Tolstoi y Turgueniev. Por supuesto, no olvida a Konstantin Stanislavski, el famoso autor del Método.

Gutiérrez se trajo la técnica del gran profesor ruso a España en los setenta. Pero no aquella que aboga por asumir la memoria emocional del personaje. "Stanislavski renegó de eso porque creía que era un error. El método es la técnica del dominio de uno mismo, del cuerpo, porque el actor es lo único que tiene", explica, a la vez que incide en que las dos herramientas básicas para todo intérprete son el talento y la dedicación: "El teatro es una religión. Hay que trabajar ocho horas diarias, porque si no, por mucho talento que tengas, este no aflorará".

Cuando Gutiérrez regresó a España se encontró con un solar en el mundo de la formación del actor. Con cierta amargura cree que hoy todavía falta una verdadera escuela teatral. "España nunca se preocupó por tener maestros de teatro. El problema es que en este país no se ama la palabra, no se ama el idioma, su verso", sostiene el profesor de Marta Belaustegui y María Muñoz.

También le apena la actitud de los dramaturgos españoles contemporáneos. Según él, "escriben para ganar dinero en series absurdas y grotescas. Están sembrando el mal gusto". De ahí que le preocupe que muchos de sus alumnos vayan a parar a las series televisivas. "Aunque lo entiendo. Tienen que comer. En Moscú existen hasta mil teatros institucionales. Aquí la situación es vergonzosa. Ni siquiera cambió con la democracia", critica.

Su pequeña sala, situada en el barrio madrileño de Lavapiés, está también pasando por serios apuros económicos. El Ayuntamiento ya le ha dicho que quizás se quede sin los 20.000 euros anuales de subvención. "Es una tragedia. Y esta es la verdadera censura. No tener dinero para montar un Pirandello", afirma Gutiérrez.

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